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Entren, entren...pero cuidado con el cuervo, porque en ocasiones ataca. Eyra Wong

domingo, 7 de febrero de 2010

El Jardín Surrealista de Sir Edward James. Xilitla, San Luis Potosí, México.




"El exceso es malo..." una frase bastante conocida y escuchada por la mayoría; pero cuándo nos han enseñado en la escuela que el exceso también puede ser maravilloso y único, que en las manos de un genio el exceso puede convertirse en arte, en poesía, en templo, en universo y en magia.


No se bién por dónde empezar, mi intelecto no es tan grande y no soy tan arrogante -aún- como para evitar sentirme atrevida al hablar de Salvador Dalí; la palabra "genio" no logrará nunca dibujar siquiera la sombra que proyectó Dalí alguna vez, sin embargo es la que más podría definirlo. Egocéntrico, arrogante, único, delicioso y extravante, uno de esos hombres atemporales que lograron inyectarle algo de magia al mundo. Hombre eterno y etereo. Sin embargo, este post no está dedicado a él -ya tendré la oportunidad- sin embargo, para que Dalí pudiera ser y llegar a nosotros, necesitó de gente a su alrededor que tuviera fe en el, y sobretodo dinero para financiarlo, ese hombre fue Edward James, mecenas del arte; dueño de un lugar mágico conocido como "Jardín surrealista" o "Las pozas" que se encuentra en Xilitla, San Luis Potosí, en México.



[Imágen: Modelo. Edward, en un cuadro de Magritte.]

Tan bizarro es el jardín como la forma en que la fortuna cayó en manos de James, su tío Frank James murió aplastado por un elefante dejándole todas sus riquezas.

Botánico,
poeta,
mecenas de Dalí,
escritor,
excéntrico,
escultor,
director de los Jardines Botánicos Reales de Kew,
creador,
visionario,
delirante,
sensible,

ecologista....
es decir: poeta; ése fue Edward James.


Cuando visitó Xilitla, se recostó en las pozas naturales y cayó en un profundo sueño, al despertar se maravilló al ver un grupo de mariposas -ángeles, según su pensamiento- dibujándolo en el aire , entonces afirmó: “Dios me ha mandado una señal.” La idea perfecta. Obedecer los símbolos oníricos, tener la mente abierta, creer, simplemente creer.

Con ayuda del mexicano: Plutarco Gastélum diseñó un fabuloso Jardín, en el que podemos apreciar, acariciar y admirar esculturas deliciosas, fascinantes y perversas, que nos invitan a subir escaleras para encontrarnos con ideas, a cruzar túneles y visualizar otros mundos, a subir y tocar el cielo del ingenio, a convertirnos en dioses con solo sentir el oxígeno que exhalan las plantas, las cómplices del jardín, porque cuando te detienes en un escalón, y tratas de devorar con la mirada las maravillas del lugar, descubres a las plantas posando en diversas formas, mostrando sus líneas, sus pinceladas, las hojas se mueven, pero no con el aire, sino con el suspiro de todos los artistas que se reunían -y reunen probablemente- en ese lugar. No sólo son las esculturas lo que convierte éste en un lugar mágico, sino el alma que alimenta las flores, las ramas, los insectos; el alma de los animales que convivían con tantos genios a su alrededor.
[Edward James, Dalí y Gala, su esposa, 1942]

Un jardín puede estar en cualquier lugar, la vida está en todas partes, es el mismo aire, pero en esas 30 hectáreas encontramos paz, delirio, sensualidad, depresión, esquizofrenia; el letargo y la energía en cada piedra, en cada trozo de metal y concreto.
Puedo pasar eones hablando de la felicidad y opresión que sentí al subir a "La escalera al cielo", del deseo cuando me senté en la orilla "Del cuarto azul", de la esperanza que me embriagó cuando toqué el agua de "Las pozas", pero no creo que mis palabras tengan el poder que existe en el jardín, simplemente puedo afirmar que es el lugar perfecto. Que si al morir nos dejaran elegir un lugar para pasar la eternidad, no tendría que pensarlo, decidiría morir y vivir ahí; porque sentí el alma, el poder y el genio de tantas personas en cada muro y en cada hoja.





[Cisnes, de Dalí, a la izquierda podemos apreciar a su amigo Edward James.]














Gracias Sir Edward James, por tanto, por permitirnos admirar y tratar de comprender obras tan mágicas como las de Dalí, Picasso, Magrite... y otros tantos que nos abruman con su arte con su delirio; y gracias por permitirme ser ave, ser insecto, ser árbol, ser agua, ser viento, por permitirme soñar en su jardín.

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