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Entren, entren...pero cuidado con el cuervo, porque en ocasiones ataca. Eyra Wong

domingo, 8 de mayo de 2011

Marcha por la paz.

Dicen que 'cada pueblo tiene el gobierno que merece', hoy lo creo más que nunca.

Hace poco asistí a una marcha en pro de los Derechos de los Animales en mi ciudad, marchamos gritando consignas sobre ello, llegamos a presidencia y entregamos una hoja con firmas pidiendo un reglamento que los defienda; puedo ser realista y decir que nada se gana con hacer eso, que de todas formas los gobernantes no nos escucharán y que todo seguirá igual, pero no soy realista, siempre he sido idealista, me gusta pensar que todo lo que hacemos tiene repercusión, que cada paso que damos tiene eco, y lo único inútil es: no hacer nada.

Hace poco, sucedió algo que marcó al país, y no por ser un hecho aislado o nuevo, sino porque según mi opinión, se trató de una persona conocida, y los medios cubrieron la nota; no quiero omitir que el señor Sicilia ha estado luchando con la frente en alto desde que asesinaron a su hijo, por lo que puedo ver, el hombre no ha descansado desde que se cometió semejante crímen. Dijo algo que me conmovió muchísimo, dice que no hay nombre para él, que no es viudo ni huérfano, ha perdido a un hijo y esto es tan atroz que no hay un nombre para denominarlo. Desde que lo vi la primera vez pude sentir en mi piel el dolor -no soy tan osada como para decir que siento SU dolor, pero puedo sentir una mínima parte, tal vez es menos- me oprime una emoción desesperante cuando lo veo hablar a las cámaras, erguido, fuerte, conteniéndose, reclamando algo que merecemos, pidiendo paz, justicia, algo que todos queremos, pero que a él le ha costado su vida, porque la muerte de un hijo debe ser la muerte para el padre, para la madre, para la familia entera, y debería ser la muerte para la sociedad también. Porque hemos llegado a un punto tan crítico, que no podemos salir a pasear un domingo en la tarde, porque puede que no regresemos, o que perdamos a un familiar en el camino; la ciudad ha perdido sus adjetivos: limpia, amable, segura, tranquila. No tenemos más esa paz, esa confianza de salir a la calle y de que regresaremos con bien.

El problema radica -creo yo- en que no nos importa, que si no nos pasa o afecta a nosotros, no nos importa; hace poco que sucedió la tragedia de Japón, y me preocupé, alguien me dijo que para qué me preocupaba si Japón estaba muy lejos de mi país; qué triste que la gente piense así, resulta que el japonés que esté más lejos físicamente de mí, respira el mismo oxígeno, ve la misma luna y comparte el mismo sol; lo que suceda en Egipto, afectará de una u otra forma a México, o a Brasil, o a Alaska; deberíamos ser empáticos, preocuparnos por nuestros semejantes, no sólo por nosotros, todos somos el mundo, todo nos afecta, y aún cuando no nos afecta, porque la única forma de seguir vivos es dejar el egoísmo, preocuparnos por los demás.

Javier Sicilia ha perdido a su hijo, Otilio Cantú también; muertos los dos de forma violenta, y ellos sólo son dos hombres afectados por la violencia, de cientos más; tan solo en un día se encontraron más de cien cuerpos, que alguna vez respiraron, que algún día sonrieron, que quizás vimos en la tienda, en la calle o en la televisión; y hoy no están, hay esposos que lloran por su mujer, o su hermano, o su hija, su amigo, novia, pareja; y somos tan insensibles que ya nos parece común, que ya no nos importa, que nos burlamos de quien está preocupado, que decimos fríamente, "ni modo, ya pasó, no puedes hacer nada, olvídalo".

Dicen que soy paranoica, que ahora no quiero salir de mi casa, resulta que aprecio mi vida, que no tolero saber que puedo salir y ver un cuerpo mutilado en la calle, que no puedo soportar el dolor de esos dos hombres y todos los que no salieron en los medios, y que hoy lloran la ausencia de un familiar o amigo, resulta que soy sensible a tanto dolor, a tanta tragedia. Que no puedo olvidar tan rápido ni adaptarme a una vida llena de muerte, resulta que no QUIERO adaptarme a esta situación, no me quiero acostumbrar a los disparos, quiero seguir escuchando el canto de las aves, no quiero mujeres violadas a mi alrededor, quiero gente paseando con familia, no quiero que sea normal tanta violencia y me rehuso a ser parte de las personas a quienes les dá igual, a quienes no les afecta y no sienten, quienes se burlan de la situación tan grave que vivimos, no quiero ser parte de la multitud que bromea con los actos violentos, que los usa para herir a los demás, para acosarlos y humillarlos. No quiero ser parte de aquellos que pueden ver a un hombre llorar por su hijo y salir al cine sin sentir nada. Y me duele muchísimo ver que hay mucha getnte que ya se ha desensibilizado y se adaptó a esto, me pregunto dónde están sus sentimientos, su emoción, su empatía, si es que no los tienen o los omiten.

Hoy asistí a una marcha por la paz en la ciudad, mientras unos hablaban de fiestas, o lo que hicieron el día anterior, yo iba en silencio, pensando que en este momento muchas personas están de luto, pensando que necesitamos unirnos para sobrevivir, para pedir un poco de paz, para llorar juntos por un país que se nos fue de las manos, que necesitamos unirnos para buscar una solución pacífica, sin más violencia, sin culpables, sólo una solución que funcione para todos, que no robe más lágrimas; que no quite más vida y que nos libere de este secuestro nacional. Era una marcha en silencio, porque la consigna era única, universal: PAZ, y así fue en su mayoría, casi todos caminábamos callados, paso a paso viendo al frente pero con la mirada contagiada de dolor, de cansancio; he llorado tanto por esos hombres y mujeres que nunca conocí ni conoceré, que estoy cansada, agotada y a punto de rendirme a los demás, pero no quiero hacerlo aún. Llegamos a Gobierno y cantamos el himno nacional, se me cortó la voz un par de veces pero nadie lo notó, quise llorar, soltarme a llorar como un niño, tirarme al suelo y pedir que todo esto acabase, pero no lo hice, me contuve y canté como nunca lo había hecho; ver tanta gente en una ciudad en la que estaba perdiendo la fe, me emocionó, porque pensé que aún teníamos oportunidad de solidarizarnos, de luchar pacíficamente. Se terminó con la idea de que la paz inicia en nosotros, en casa, en familia, trabajo, en la calle, en todas partes, no sólo es cuestión de exigirla a los gobernantes, sino practicarla diariamente.

Salí feliz, emocionada y conmovida, con más fe y esperanza, en nosotros, en el universo, en Dios, en las personas; llegué a mi casa y le conté a mi familia, que todo fue bonito, limpio; después me entero que algunas personas, al finalizar la marcha quemaron en plena plaza una piñata de Felipe Calderón, nuestro presidente.

Será posible que no aprendamos, que no podamos madurar y superar los impulsos; será que seguimos involucionando y siendo primates que no saben cómo controlarse, será posible que jamás avancemos, que el progreso nunca toque nuestra mente, que sigamos revolcándonos en el fango creyendo que es miel. No quiero aceptar que somos tan patéticos, tan bajos, mediocres; que no podamos respetar el silencio por la paz, el luto nacional, el dolor ajeno, y fomentemos la violencia en plena marcha por la paz. No intento limitar la expresión de los demás, simplemente me afecta demasiado este tipo de conductas, realmente nos merecemos lo que nos sucede, mientras no podamos tener una visión más amplia de lo que sucede, mientras no podamos tener un poco de empatía, seguiremos en este fango que atrapa inocentes y culpables y los revuelca en el mismo infierno.

Me quedaré con lo bueno, con lo útil; caminamos en pro de la paz, de la vida, escribimos poesía por la paz, contamos historias reclamando nuestra tranquilidad, pidiendo que la esperanza no muera. Cito a Sicilia y termino: "La poesía tiene la razón."

Y la violencia, siempre generará más violencia, celebrar la muerte de cualquier persona, nos convierte en seres mediocres. 

Pido paz, porque amo la vida, amo a los animales y amo a las personas. Necesitamos paz.

bEjEwhriakdlaksjdlnclknalkns...Ed